JUEGO DE PA-TRONOS

En los últimos días, han aparecido en prensa diversas informaciones sobre el actual estado de Centro de Arte y Naturaleza de Huesca: el deterioro de sus instalaciones ha provocado la congelación y rotura de una cañería, una fuga de agua y el desmoronamiento del techo de los baños. Posteriormente, las bajas temperaturas en el interior del edificio hicieron enfermar a una trabajadora, y abocaron al museo a un cierre temporal. Entre tanto, el personal espera el cobro de su nómina de diciembre.

Estas noticias constituyen en realidad el más reciente episodio (o primero de una nueva temporada, que siempre parece va a ser la última) de una larga y espectacular tragicomedia por entregas al que muchos habitantes de esta encantadora ciudad de provincias ya consideramos “de culto”. Este aspecto tragicómico quedaba perfectamente expresado en las páginas del Heraldo de Aragón del pasado jueves: a la derecha, el director general de cultura elude toda responsabilidad que carga sobre un subalterno -el director del centro- bajo una fotografía de la sala central del museo jalonada por cubos que recogían el agua de las goteras; en la página de la izquierda, se anuncia una gran exposición en el Museo de Zaragoza por el 275 aniversario de Goya.

¿Estamos ante una grave crisis económica que afecta a toda la cultura institucional aragonesa, o ante una reordenación de un determinado criterio en el reparto de fondos? Evidentemente algo hay de ambas cosas  y aunque no pretendemos aquí establecer una relación directa entre noticias que atañen a instituciones diferentes, sí apuntan una tendencia que lleva años depauperando al CDAN.

El CDAN, como mucha gente sabe, nació fruto de una tensión de intereses arrastrados y, a veces, contradictorios entre sí; por un lado como espacio para albergar el legado Beulas -a cuya entrega nunca hemos entendido que se llamase donación, pues el pintor percibió del presupuesto del Ayuntamiento de la ciudad la cantidad de 450.000 pesetas al mes para mantener su finca desde 1991 el año de la firma[1] hasta 2017 el año de su muerte- y por otro lado, el programa de arte y naturaleza que desde 1994, venía organizando paralelamente la DPH.  

Tras muchas cuitas sobre dónde albergar el centro de arte, dentro o fuera de la ciudad, sobre qué instituciones debían hacerse cargo, o sobre cuál debía ser su misión, el Ayuntamiento compra una finca colindante a la que habitaba Beulas, se constituye la Fundación en la que participan además de empresarios y personas afines al pintor, tres instituciones públicas (el propio Ayuntamiento, el Gobierno de Aragón, y en menor medida la Diputación Provincial de Huesca) y comienza a construirse un edificio diseñado por el prestigioso arquitecto Rafael Moneo, compañero de Beulas en la Academia de Roma en los años 50.

Es pertinente mencionar que estamos entre finales de los 90 y principios del siglo XXI, eran los años de la burbuja inmobiliaria y lo cierto es que los museos y centros de arte florecen por toda España. Acerca de este proceso ocurrido en todo el territorio nacional es muy interesante el documental  “MACBA: la derecha, la izquierda y los ricos” (Sub, 2013)



El CDAN abre sus puertas finalmente en 2006, y recorre seis años con Teresa Luesma al frente, que venía de dirigir el proyecto de arte y naturaleza de la DPH antes mencionado. Durante este tiempo se organizan muchas exposiciones, becas a jóvenes artistas, talleres, publicaciones, un centro de investigación y documentación, o los ya míticos cursos coordinados por Javier Maderuelo, uno de los teóricos principales de las líneas por las que iba a atravesar el Centro de Arte en aquella época.

En el año 2012, tras un cambio de Gobierno del PSOE al PP tanto en la comunidad autónoma como en el ayuntamiento, Teresa Luesma es cesada, y se nombra a Antonio González, un gestor cultural que venía del mundo del teatro y que tras asumir un gran recorte presupuestario, acaba por prescindir de todo el personal laboral que trabajaba allí.

En 2016, tras ganar el primer concurso -hasta ahora el último organizado en Huesca según el código que el Instituto de Arte Contemporáneo ha denominado como buenas prácticas en Museos y Centros de Arte- Juan Guardiola asume la dirección por seis años. Lo hace con un proyecto bajo el brazo que es aprobado por un jurado independiente, y que retomando los orígenes del CDAN los deriva hacia una lectura más histórica y política desde la perspectiva de la pluralidad, la diferencia, la diversidad, la alteridad y los desplazamientos de las supremacías culturales desde el mundo occidental hacia otros focos.

Todo esto es parte de las circunstancias por las  que el CDAN ha atravesado. Nosotros no representamos a nadie, ni en absoluto pretendemos cerrar la visión sobre el centro con estos párrafos. Es solo nuestra reflexión abierta y por supuesto parcial acerca de un espacio que consideramos nos es común. 

Desmovilizados por las medidas derivadas de una pandemia, atravesamos una crisis sanitaria, económica y ecológica global que minimiza la relevancia de cualquier otra información. Bajo este contexto, el patronato se reúne el próximo lunes para tomar medidas extraordinarias que parece afectarán al futuro del centro.

  • Si el patronato, y las instituciones en él representadas, siguen confiando en el proyecto del museo según su formulación original, deberían apostar en firme por él y pertrecharlo económicamente, trabajando codo con codo con su director, respetando su trabajo, asegurando el adecuado mantenimiento del edificio y de su plantilla, y la oferta de una programación de actividades y exposiciones dignas y relevantes en el contexto del arte contemporáneo.

  • Si confían en la vindicación de la obra de José Beulas y los fondos del legado como única función del museo en el futuro –un material que desde aquí consideramos muy limitado en cuanto a su trascendencia más allá del ámbito local, y difícil de integrar en el proyecto de un centro de arte contemporáneo- deberían al menos garantizar las condiciones logísticas para su correcta conservación  y exhibición.

  • Si consideran que el CDAN es un proyecto inviable, habrían de abordar honestamente la posibilidad de su clausura, y no alargar indefinidamente su agonía.

Este tercer escenario sería el menos deseable para nosotros, pues conllevaría la pérdida de uno de los centros de arte contemporáneo más importantes de la ciudad. Asistir a este agónico desencuentro es como ver tambalearse una idea de ciudad que en su día pareció tener a la cultura y el arte como una de sus referencias. Si el CDAN llega a cerrar algún día, la noticia resonará con el eco ominoso de una demolición, de un fracaso político colectivo. Ahora bien: tampoco lo queremos congelado –literalmente- en el tiempo, languideciendo sin poder desarrollar un programa expositivo coherente y arriesgado, sin visitas ni talleres, maltratando a sus trabajadores o vacío de contenido, como una mansión decadente cuya herencia no sabemos si se disputan o no asumen demasiados familiares.

Un Comentario

  1. Lamento que Huesca y el mundo del arte en particular, corramos el peligro de carecer de nuestra mejor referencia cultural.

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