ESPERAR, ESPERAR Y SABER ESPERAR

Mitad de Septiembre. Acabo de empezar dos cuadernos de notas. Dos.

Creo que los necesito para seguir el proceso de lo que estoy escribiendo.

 

No sé qué estoy escribiendo.

Y a pesar de todo, tengo muy clara la historia que quiero contar.

 

Supongo que es cuestión de esperar y algunos detalles de la trama brillarán por sí mismos.

 

Ejercicio, lectura y relax; dejar la escritura para la última de las tareas.

 

Me tumbo en el sofá, miro las sombras del techo y trato de inventar un origen.

Lo anoto. Salgo a la calle.

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La mayor parte de frentes que tengo abiertos me obligan a tener paciencia.

 

Encontrar algo distinto escribiendo, menudos pasatiempos me busco.

 

Dedicar una hora al día a este proyecto, aunque no escriba.

Esperar, saber esperar.

 

Evitar la actualidad el máximo tiempo posible.

Concentrarme en lo que está por venir.

 

Cambiar el escritorio de lugar, eliminar su condición de lugar de trabajo.

Escribir en distintos espacios.

 

Pensar en el ritmo. Volver a pensar en el ritmo. Releer todos los apuntes en voz alta y, si es posible, andando.

 

Tampoco es necesario que esto derive en algún texto legible.

Quizá eso sea lo de menos.


Antonio Romeo

 

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