Terminar de redactar un relato de ficción, que supere las cien hojas, puede resultar agotador. Lleva tiempo, entre seis meses y lo que uno quiera, un año, dos, o toda la vida.
En este periodo no se suele enseñar el texto a nadie y uno se deja llevar hacia lo que cree correcto, realizando una cierta desconexión con la realidad. Se estructura una historia, se crean personajes, posibles tramas y todos estos detalles, en un momento concreto que no decide el escritor, pueden llegar a absorber las 24 horas del día.
Nuevas tramas, frases, descripciones, cambios de narración…
Por eso, a veces, es bueno limitar el tiempo de redacción y combinarlo con algo de deporte. Además, mientras se practica ejercicio, aparte de liberar tensión, suelen aparecer nuevas ideas. Con esfuerzo, constancia y rutina conseguirás escribir la historia que llevas en la cabeza.
En ese momento te darán ganas de abandonar, porque serás consciente del montón de mierda que tienes entre las manos, empieza la fase dos. Reescribir, volver a contar la historia pero pensando como lector, lo mejor es corregir los fallos que vayas encontrando y no darles más importancia, nadie escribe perfecto a la primera.
¿Has terminado? Toca volver a leer, pero con un bolígrafo rojo entre las manos, apunta todos los fallos, todas las ideas, trata de ser lo más coherente posible con la historia. Vuelve a hacer ejercicio. Pasa los cambios a limpio y descubrirás doscientos cambios más. Ya sabes, rutina, rutina, rutina.
Lee en voz alta, trata de poner un ritmo constante a la narración. No es lo mismo hablar, provocando, ciertas pausas, que en otros casos, acelerar la narración valiéndose de todo tipo de elementos alrededor del lenguaje para captar la atención del lector.
El ritmo tiene la misma importancia que la historia. Encontrar el ritmo quizá sea una de las partes más complicadas. No te agobies, déjalo para el final. Sigue leyendo en voz alta, eso te ayudará.
Ya tienes un nuevo borrador. Cómprate un capricho, o vete a cenar por ahí. Es bastante difícil llegar a esta fase, te lo mereces. Repite el proceso de corrección todas las veces que sea necesario, hasta que quedes satisfecho con el texto, o hasta que creas que vas a perder la cabeza.
Imprime y guarda el relato en un cajón durante al menos dos semanas.
Vuélvelo a leer, como si fuese un libro más, trata de ser lo más distante posible.
¿Te convence? Enhorabuena, ahora llega otro de los puntos calientes, repártelo entre tus conocidos para que te den su opinión, prepárate para todo tipo de opiniones, es imposible que seas consciente de si el texto está bien o mal. Tal vez no hayas hecho más que perder el tiempo los dos últimos años, es difícil pero puede pasar. Si eso ocurre, la única solución es seguir escribiendo.
¿Lo siguiente? Quizá el punto más difícil de todos, intenta publicar, pero eso es una batalla completamente distinta a la de escribir.
¿Merece la pena? Quizá no, pero aunque el proceso pueda parecer agotador, es de lo más divertido. La libertad de creación, que entre cuatro paredes pueda suceder cualquier cosa dentro de ese montón de folios, del modo que a ti se te ocurra, con los detalles que elijas y explicárselo a la gente, es una de las experiencias más plenas que he conocido.
Y ahora, me toca descansar.
Antonio Romeo