
Sede del Obispado de Huesca
Crónica de una apostasía.
Muchas veces he pensado en el sinsentido de formar parte de la Iglesia Católica. Es un aspecto de mi vida en el que jamás he tenido poder de decisión. Eso se une a mi falta de creencia, lo conservadora que puede resultar la propia Iglesia, así como los escándalos de pederastia que cada dos por tres van saliendo a la luz.
Desde hace años he tenido el deseo de abandonar la fe católica, de hacerme apóstata. Unas veces por pereza, otras porque no era el momento y otras porque no me acordaba, lo fui postergando durante bastante tiempo.
Al final, con el cambio de año me he visto con suficiente ánimo para realizarlo.
Googleé un poco y vi todo lo que hacía falta para solicitar la apostasía:
– Partida de bautismo
– Fotocopia compulsada del DNI.
– Declaración jurada en la que se manifiesta el deseo de ser borrado del registro de fieles.
Un factor me hizo acelerar el proceso, tenía que renovarme el DNI. Era la excusa perfecta.
Viernes 13 de Enero a las 10:00h. Respiré hondo.
Llegó el día; madrugué, me duché y desayuné fuerte (2 kiwis, tostadas con queso, zumo de naranja, chocolate, frutos secos y té verde).
Antes de salir de casa revisé la cita para asegurarme que todo iba rodado.
«D.N.I. XXXXXXXXX citado el 13/01/2017 a las 09:00 horas.
Su número de cita es el D090001”.
Mierda. Eran las 8:55 y a esa hora tenía previsto ir al Ayuntamiento para cambiar los datos del padrón.
Datos: 1) Si indicas cambio de datos en el DNI no tienes que pagar por la renovación. 2) El Ayuntamiento lo abren a las 9:00h.
En otros instantes de mi vida habría bajado los brazos y resignado a seguir siendo católico.
Algo que no llego a comprender me sucedió y decidí seguir adelante, a pesar de estar fuera de horarios.
A las 9:10 salí del Ayuntamiento con los datos del Padrón modificados y me dirigí a toda velocidad a la comisaría. Llegué a las 9:25, había un par de ancianos dando voces y cuatro hermanas de menos de siete años intentando sacarse el carnet.
Me senté en la zona de esperé y crucé los dedos.
A los dos minutos uno de los encargados de renovar el DNI dijo mi nombre.
Lo siguiente fue una renovación estandar de DNI. Aburrida hasta decir basta. Una gestión que nadie la pondrá en un top 10 de momentos divertidos, el protocolo de ser español supera toda circunstancia.
Tras media hora allí, salí de la comisaría con la firme idea de ir a solicitar la partida de bautismo. A los doscientos metros me di cuenta que me había olvidado pedir la fotocopia del DNI compulsada. Como estaba cerca de la DGA entré, pensando que ese papel me lo pueden dar en cualquier institución pública. Error, en la DGA me dijeron que el DNI compulsado solo pueden remitir ellos si lo tienen que enviar a otro lugar.
Me encanta la burocracia.
Regresé a la comisaria y dije «Soy el de antes».
Una de las chicas detrás del mostrador me pregunto qué quería.
— Necesito una fotocopia compulsada del DNI.
La chica me dijo que tenía que ir a una tienda a la vuelta de la esquina para hacer la fotocopia. Me acerqué a la tienda, en la puerta tenían un letrero indicando ‘Cerrado hasta nuevo aviso’.
Estaba siendo un día maravilloso.
Recorrí todo el barrio en busca de una tienda de fotocopias, regresé a la comisaría y ahora sí, me dirigí a por mi partida de bautismo.
Entré en la Iglesia con la idea de no llamar la atención. Eran la 10:20 y el cura estaba en plena misa. Miré a mi alrededor, unas 30 personas estaban atentas a las palabras del párroco. Me sorprendió que un par de ellas eran bastante jóvenes, aunque la media de edad debía superar los sesenta años con facilidad.
Me puse entre los bancos y escuché la misa, siguiendo las instrucciones del cura. Hay que bendecirse, sentarse, ponerse de pie… es toda una ceremonia.
En un momento dado el cura pidió que entre el público asistente nos diesemos la paz y varias ancianas a punto de fallecer se me acercaron para dármela.
Aguanté el tipo y les dije «igualmente».
Cuando pasaron a tomar la comunión me dije «qué narices, vámonos por todo lo alto», así que me puse a la cola para tomar la hostia. Al llegar mi turno sentí que la mirada del cura estaba intentando asimilar si le estaba vacilando.
Tragué saliva para no reírme y le respondí «sin pecado concebido», me di la vuelta y regresé a mi asiento. La oblea se me pegó a la parte superior de la boca, la falta de costumbre.
Cuando terminó la misa muchos de los presentes se quedaron en sus sitios para continuar el rezo. Yo me levanté y di vueltas a la iglesia en busca de alguna puerta abierta o similar.
A los pocos pasos vi un letrero que ponía ‘Despacho parroquial’, entré hasta el fondo.
El olor cambió bastante, olía a lugar cerrado.
Apareció un descansillo que dividía el lugar en una recepción y un despacho. En la recepción estaba el cura que me había dado la oblea abrazando a una feligresa. El despacho tenía la puerta entrecerrada, llamé un par de veces y abrí la puerta.
Un hombre de avanzada edad estaba sentado tras una gigantesca mesa de madera. Me preguntó qué quería y yo tras medio segundo de duda le dije:
— Pues verá, resulta que me voy a casar.
NOTA: No, no me voy a casar, decidí tirar por ese camino para que ni el hombre ni yo nos pillásemos un sofoco innecesario.
Sentí como una inesperada alegría se hizo cargo del cura, que mientras me ofrecía asiento no paró de felicitarme.
— Gracias, gracias, el cura que nos va a casar me ha dicho que me hace falta un papel, el acta bautizal o algo así.
— La partida bautismal, ahora mismo lo buscamos, hijo mío.
En ese momento entró en el despacho el cura que me había dado mi última hostia, siguió analizándome con la mirada, era bastante más joven que su otro compañero, quien estaba abriendo armarios llenos de polvo en busca de mi partida de bautismo.
— Este chico se va a casar.
— Ah, enhorabuena.
Con los dedos índice me señalé y acompañé el instante con una sonrisa de felicidad eterna.
El cura mayor me preguntó todo tipo de datos para comprobar la partida. Después pasó los datos a mano de forma lenta. Yo no paraba de mirar a todos los lados del despacho.
Poca decoración, un calendario del año pasado, un par de santos tamaño taza protegiendo el escritorio, un abrecartas oxidado…
Finalmente dobló el papel, lo introdujo en un sobre y me dijo que me acercase al Obispado para que me lo validaran.
Claro, el paso final de la apostasía es entregar todos los documentos en el Obispado, así que le dije:
— No se preocupe, ahora mismo voy a acercarme allí.
Ya eran las once y pico. Las bromas sobre que me iba a casar se habían terminado. Ahora venía lo serio. Antes de ir al Obispado pasé por casa para comer un mini bocadillo y beber agua, no quería que me pillasen con la guardia baja.
Partida de bautismo, fotocopia del DNI y declaración. Di un portazo y me acerqué a la Plaza de la Catedral, lugar donde tiene sede el Obispado de Huesca.
Nada más cruzar la primera puerta tienen un timbre que comunica con un portero que está en el lado derecho, vigilando el acceso al edificio. Está tras una gran cristalera, en el momento que pulsé el timbre estaba leyendo el periódico. Me hizo un gesto para indicarme que se iba a acercar a abrir.
— Dígame, qué quería.
— Buscaba al responsable de apostasías.
Su cara, que en ningún momento fue alegre, cambió por completo, bajó la mirada y dijo un mínimo “Acompáñame”.
Subimos un par de pisos por unas escaleras antiguas y luego hicimos un slalom de pasillos.
Traté de fijarme en los letreros que había en alguna de las puertas ‘Matrimonios’, ‘Fallecimientos’, ‘Bautizos’.
Al final llegamos a una puerta en la que no ponía nada, el portero llamó un par de veces y abrió sin esperar respuesta. Dentro había una chica de mediana edad.
El portero, con tranquilidad y de forma muy protocolaria tan solo dijo:
— Tienes visita.
Y se largó.
La chica no era novata en el asunto. Ya sabía a lo que iba.
No me ofreció asiento. Creo que dentro de su protocolo debe ser normal, aún así me senté en una silla enfrente a su escritorio.
Me preguntó si había llevado todos los papeles. Abrí la mochila y se los entregué uno por uno. Los revisó y me acercó la fotocopia del DNI para pedirme que escribiese delante de ella que renunciaba a la fe católica.
— ¿En serio?
Bueno, pillé un boli de mi mochila y escribí “Yo Antonio Romeo, a día 13 de Enero de 2017 renuncio a la fe católica”. Le devolví el papel.
— Pues ya está.
¿Ya está?
Yo espera un combate de kickboxing con el obispo o algo similar. Estaba alegre pero en el fondo un poco decepcionado.
— ¿Ya?
— Sí, ahora queda que mi compañero gestione la baja y recibirás un documento confirmándolo.
— Por curiosidad, ¿cuánto tarda ese papel en llegar?
— Poco, una o dos semanas.
Le di las gracias y me largué de ahí, antes de salir salude con toda la alegría que pude al bedel de la portería. Su cara permaneció impasible.
Así que ya no era católico. Parece una tontería pero me sentí diferente, algo más ligero y sobre todo muy satisfecho conmigo mismo.
Ahora ya no me pueden dar la extremaunción, ni puedo volver a comulgar, a efectos prácticos estoy excomulgado y no sé cuántas cosas más.
Da igual.
La semana pasada regresé del trabajo y me encontré una carta del Obispado, ahora ya es oficial.
Cualquiera que se haya planteado apostatar, adelante, es un poco enrevesado pero la satisfacción final merece la pena. Además, te puede dejar anécdotas para unos cuantos años.
BONUS TRACK: María José Hasta me ha permitido protagonizar el nuevo videoclip de Roldán, lo enlazo a continuación.
Antonio Romeo