Fotografía en película de 35 mm. escaneada de David García Casado
Hoy Lunes, 11 de Enero de 2016, nos hemos despertado con la noticia de la muerte de David Bowie. El fallecimiento de una celebridad estremece las redes sociales una vez más, aunque parece activar un tipo de conmoción sutilmente distinto en esta ocasión. Porque ¿quién ha muerto? ¿Ha muerto el Mayor Tom, Ziggy Stardust, el duque blanco, el de Berlín, el trasunto de Scott Walker, el de Tin Machine, el de Earthling…? Ha muerto un soporte llamado David Jones. Se ha roto el espejo dejando al descubierto aquí y allá el tablón mate, estupefacto al que iba pegado, multiplicándose en pequeñas astillas aisladas donde antes había una imagen integrada.
<<El espejo es el lugar en el que descubrimos que tenemos una imagen y, a la vez, que esta pueda ser separada de nosotros, que nuestra “especie” o imago no nos pertenece. (…) Los medievales llamaban a la especie intentio, intención. El término nombra la tensión interna (intus tensio) de cada ser, que lo impulsa a hacerse imágenes, a comunicarse . La especie no es otra cosa, en este sentido, que la tensión, el amor con el que cada ser se desea a sí mismo, desea perseverar en su propio ser, comunicarse a sí mismo. En la imagen, ser y desear, existencia y esfuerzo coinciden por completo. Amar a otro ser significa: desear su especie, es decir el deseo con el que él desea perseverar en su ser. El ser especial es, en este sentido, el ser común o genérico, algo así como la imagen o el rostro de la humanidad.>>[1]
Hoy ha muerto la «posibilidad» de David Bowie y con ella, una de las «posibilidades» que mejor han conseguido mantenerse agenciables, su capacidad de seducción intacta, para la cultura popular occidental de los últimos 60 años. Un referente ya clásico de cómo militar en la ambigüedad y lo esquivo, en la búsqueda programática de la invisibilidad del individuo real, parapetado tras sus sucesivas encarnaciones de la fama. D.E.P.
Este Viernes 15 de Enero se presentará en Madrid el libro «Buscando Invisibles. Antología crítica de David García Casado». Otro David -por lo que sé, antiguo seguidor del primero- que maneja un concepto de invisibilidad algo distinto: la de quien se entrega a la expansión y recreo de la subjetividad, lucha contra el sinsentido y por la intensificación de la experiencia cotidiana y para ello, toma la posición estratégica del insignificante. De su libro ya se ha dicho que <<reúne la sensibilidad del artista y la claridad del crítico>>[2]
Será a las 19:30 en La Fábrica, C/ Alameda 9, y habrá también un pequeño coloquio en el que participaremos el autor, Armando Montesinos y yo mismo, que tuve la suerte de escribir el prólogo. Será el mejor modo de remontar esta semana invisible.
Javier Aquilué
[1] AGAMBEN, Giorgio: Profanaciones. Ed. Anagrama, Barcelona 2005. . Pág. 72-73.
[2]María Virginia Jaua. Nota de prensa de «Buscando Invisibles»