
Linus Svensson – Blink of an eye in a day
Igual se me pasó contártelo, sí, desde hace una semana tengo un exprimidor eléctrico en casa y aún no me he atrevido a usarlo.
Estuve valorando bastante rato si debía comprarlo o era mejor pillar uno de esos de toda la vida en algún chino. Pero a estas alturas de la vida, qué necesidad tengo yo de andar haciendo un esfuerzo extra siendo que existe una máquina para ello, ¿no?
Así que me acerqué a una tienda de electrodomésticos, cerca del centro a mano izquierda. No me había fijado lo bien que huelen ese tipo de tiendas, deben tenerlo estudiado, quedé prendado al instante; llegué a pensar que ese lugar era un buen sitio para morir, pero claro, no en ese momento, aunque tampoco te sé decir cuando.
Me atendió una chica bastante atractiva que no paraba de tratarme de usted.
“¿Cuantos zumos hace usted al cabo de una semana?”, “¿Es solo para exprimir naranjas?, mire, le enseño una licuadora”, “Estos que mira son parte de la campaña de Navidad, aún no están a la venta”, “¿Ha visto nuestra línea de básculas?”, “¿Quién cree que ganará el Derby?”, “En esta máquina usted puede incorporar todo tipo de naranjas, en especial las de Valencia”. “¿Se lo envuelvo?” “¿Es un regalo?”, “¡Ah, es un autoregalo, qué gracioso es usted!”.
Tanta información bloqueó mi párpado derecho, que empezó a temblar de forma compulsiva. Esa sensación que solo notas tú y que cuando te miras al espejo el párpado está ahí, quieto, pero la sensación de temblor continúa. Una mierda.
Como ya sabía lo que estaba pasando, traté de disimular y compré el primer producto que me había sacado. No quería mantener mucha conversación con el ojo en ese estado. Tengo que anotar algún recordatorio para buscar diagnósticos sobre eso en Internet.
Cuando llegué a casa lo saqué de la bolsa, de la caja y, como si fuese un cuadro de algún autor de renombre, pensé durante un cuarto de hora en qué lugar de la cocina quedaría mejor. Al lado del microondas, sin ninguna duda.
Observé el exprimidor desde todos los ángulos posibles. Sí, lo cierto es que no tengo ninguna necesidad de ese producto. Pero claro, teniendo una bolsa de naranjas para zumo, algo tenía que hacer. El otro día iba con prisa y donde ponía naranjas leí mandarinas, te lo juro. Tengo que fijarme más en las cosas.
Siempre puedo devolver todo, la máquina, las naranjas, la cocina…
Aunque no sé qué cara pondrán en el súper. Nunca he devuelto fruta en ningún sitio, ni siquiera cuando ha salido mala.
Pero bueno, ya sabes, siempre hay una primera vez.
Antonio Romeo