
Colección Bandejitas de la Reyna. Nicanor Parra.
Muchas veces me han llamado poeta. No rehuyo de ello, aunque reconozco que me costó bastante acostumbrarme al término.
Hoy puedo decir que considero que todo el mundo tiene un poeta en su interior, otra cosa es que lo deje salir, o se atreva a ello.
Y añado también que cuando esquivaba la palabra poeta, en parte era por un miedo irracional a exponerme a la sociedad, y en parte porque observaba que algunas personas utilizaban ese término con fines despectivos.
Eran una minoría pero ya se sabe que la forma en que se dañan los sentimientos no depende de un porcentaje concreto.
Esas personas utilizaban la palabra tratando de vincularla al concepto “raro” o fuera de un orden que ellos pudiesen entender o controlar.
Por suerte superé esas fobias sociales y si me quieren llamar poeta, pues que me llamen poeta, por qué no.
La poesía, para mí, es la forma en la que uno mismo se relaciona y trata de comprender el mundo. Esa interacción se tiene que ver reflejada de algún modo, ya sea con palabras, poesías o cuentos, pero no la limitaría al mundo literario, poesía también puede ser un cuadro, una foto o una película, incluso la forma de subir las escaleras.
Sí, bajo esas condiciones, poesía puede ser casi todo, sí, es así como lo veo.
Escribir es la forma en la cual yo me siento más cómodo realizando ese proceso.
De esas cosas, y otras tantas que no tienen nada que ver, hablé la última vez que vi a Javier Carnicer.
También le dije que estaba un poco harto de la poesía desde el punto de vista estrictamente literario. Me da la sensación que es un mundo que cae en la pedantería con mayor frecuencia que otras artes, aunque puede que solo sea un percepción mía.
Eso, unido a las tribus o comunidades que se generan a la hora de editar un libro o presentarse a un concurso, quita las ganas a cualquiera. Demasiada falta de realidad. Pero repito, quizá solo me lo parezca a mí.
Tengo el recuerdo de ir a un taller de poesía, uno de los participantes leyó un poema que acababa de escribir, versaba sobre los mocos morados de un niño, todo el mundo le aplaudió de forma efusiva. No es por menospreciar a nadie de los asistentes, ni al autor, pero yo no supe dónde meterme, no entendía nada, no llegué a captar ninguna emoción real.
No he vuelto a participar en ningún otro taller.
Javier me entendió perfectamente, asentía a cada nueva barbaridad que le decía (la anécdota del taller de poesía incluía tacos y demás improperios) y de forma muy sabia me dijo que si lo sentía tenía que escribir, no recuerdo las palabras exactas pero también añadió algo así como “para algo somos poetas, para escribir”.
Carnicer era un poeta de bolígrafo y cuaderno, bueno y algo de tabaco también.
Insistió en que siguiese escribiendo poesía y pasase del resto de accesorios alrededor.
Estas últimas semanas he pensado mucho en esa conversación y lo que provocó. Compré un cuaderno y empecé a escribir poemas cortos de nuevo.
Parece una tontería, y lo es, pero llevaba bastantes años sin hacerlo.
He ido releyendo, haciendo anotaciones y en general ando bastante contento con el resultado. Tanto que había fabulado, si terminaba algo coherente, presentar el borrador a concursos o editoriales.
Luego he recordado la pereza que me dan esas cosas. Y me he vuelto a acordar de Javier.
Y de lo mucho que me habría gustado enseñarle esos poemas a medias.
Así que he pasado a limpio unas cuantas frases al azar y las añado a continuación. No hay orden ni concierto ni están dentro de una temática o alrededor de nada. Es un trabajo en proceso y muy probable que adolezca de mil millones de defectos.
Y también soy consciente de que esto es algo innecesario. Quizá algún día termine siendo algo o simplemente se quede así.
Me da igual.
Es un mensaje para Carnicer, estate tranquilo Javier, que seguiré escribiendo poesía, creo que es de las pocas cosas que sé hacer.
Y muchas gracias por los consejos.
Un abrazo.
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A MITAD DE REVOLUCIONES
1
La gente fotografía lo que tiene miedo de perder.
2
Una vida tan tranquila que da miedo.
3
Todo lo que llega a mí se va de mí.
4
Si te persiguen las sombras trata de pensar de dónde viene la luz.
5
Todas las flores son la misma flor.
6
Todos los incendios son el mismo fuego.
7
Hay muchas veces que me olvido de mí pero es más bonito para cuando me encuentro.
8
Ante el espejo regulo mis sensaciones, me hablo de montes, de bombonas de oxígeno y me proclamo campeón, campeón del mundo. Es lo mínimo que puedo hacer tras un viaje tan extraño.
9
En la misma semana tres tormentas iguales.
10
Reir sin saber dónde estar.
11
Todos los silencios que voy a hacer por ti.
12
A veces los recuerdos dejan de tener sentido.
13
Siempre hay un perro ladrando, sea el día que sea.
14
Nunca encontré aquello que estaba buscando y sin embargo te conocí.
15
Trato de integrar el recuerdo de tu risa con el de todas las demás.
16
Tanto me olvidé de las caídas que decidí subir lo más alto posible.
17
No te mueras sin llegar a ti.
18
El verano es la única estación que necesita adjetivos.
19
Rodeado de silencios, tratando de averiguar su origen.
20
Eliminar un color, descubrir que hay millones más.
21
Una hoja caída con mayor belleza que en el árbol.
22
El enemigo es un atajo hacia la luz.
23
Una capa de pintura nunca es suficiente.
24
Una carretera tan larga que llegas a ver el final.
25
El final está en el interior.
26
Siempre hay un vaso que parece a punto de explotar.
27
Más en las alturas y menos en mí.
28
Toda caída habla de nosotros.
29
A veces me pierdo y me convierto en parte de ti.
30
Un eterno retorno en el que nunca soy el mismo.
31
La comunicación de los cuerpos va más allá de su sola presencia.
32
Tendré que olvidarte demasiadas veces.
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Antonio Romeo