Curiosa, extraña mañana en Huesca. El clamor por las elecciones llega aquí asordinado. Todavía esperamos los resultados de los comicios en la ciudad. Parece que alguna mesa ha sido impugnada, los medios guardan silencio administrativo.
Recorro los pasillos del IES Pirámide, un edificio realmente singular. Fue construido en los 60 como Universidad Laboral para dar formación profesional a los hijos del campesinado de la comarca (así lo informó la Nueva España, periódico local falangista y anterior encarnación del actual Diario del Altoaragón), y diseñado con ese encantador y tristón Estilo Internacional que uniría estilísticamente capitalismo, comunismo y totalitarismos fascistas durante la Guerra Fría. En un loable alarde de excentricidad, los arquitectos decidieron rematar el perfil del edificio con una gran pirámide que albergaría el auditorio/capilla.
Hoy en día el edificio es un instituto. Las esquinas están desportilladas, las paredes repintadas mil veces con las combinaciones más peregrinas; el mobiliario es de lo más heterogéneo, como corresponde a cualquier edificio público con 50 años de historia. Adjunto fotos de un enorme distribuidor por el que se pasean cada día adolescentes alterados por la primavera y la sobredosis hormonal, y cada cierto tiempo, atribulados opositores que esperan carnet en mano. Desde hace quién sabe cuánto, el decorado para esta coreografía está compuesto por una serie de fotografías enmarcadas de pájaros, una vitrina con componentes de ordenadores desfasados, y otra con trofeos ganados por el instituto en alguna competición pretérita.
Siempre parece que son las piedras las depositarias de nuestra Historia, esos impresionantes foros y teatros grecorromanos, los castillos y las abadías y las basílicas. Sin embargo, hasta donde yo conozco los seres humanos aprendemos a socializar, construimos nuestra concepción del prójimo, nos civilizamos, en lugares asépticos y algo ajados, pintados con una franja verde pálido a media altura, como este; observados por trofeos cuyo mérito nadie recuerda y aves fotografiadas hace mucho tiempo en mitad de la Naturaleza, en el rotundo exterior, desconociendo su nombre científico e incluso su apelativo común.
En sitios como este votamos todos ayer, en un sitio como este andarán de cráneo algunos de mis conciudadanos en este momento, tratando de arreglar el desaguisado electoral. sus voces reverberarán por pasillos muy similares. Desde un cuadro sobre sus cabezas imagino la mirada del Colirrojo Real, y propongo al simpático animalito como mascota oficial de nuestra Monarquía Parlamentaria.
Javier Aquilué