EL ÚLTIMO COSEO

Nuestro amigo italiano, Gregorio Lombarda, nos ha enviado esta postal con forma de vídeo.

 

Una carta abierta en dos tomas a nuestro compañero Antonio Romeo, que retrata una ciudad invernal y solitaria que ya no existe.

Lombarda añadía en un email que los dos planos filmados eran pruebas de cámara para una película que nunca llegó a realizar, –Es ahora cuando estas tentativas han encontrado un destino – concluía.

Hoy, la peatonalización ya no permite la libre circulación de vehículos motorizados por el Coso y otras calles aledañas del centro urbano de Huesca. A comienzos de 2013, justo antes de que se iniciasen las obras que transformarían la ciudad, varios oscenses decidieron empoderarse y construir historia. El tradicional coseo en automóvil iba a ser archivado hasta conformar un colapso gráfico a escala local.

 

Coso Alto, Coso Bajo. Representaciones reiteradas que juntas componen la imagen de una obsesión colectiva.

 

Como señalara Benjamin, la mirada que se resiste a dejar escapar, se pierde en su función defensiva y llega a sentir cierto placer en su degradación.

 

Pero quizá, esa es aquí un lectura demasiado sesgada. Individualmente, se trata también de sustituir cierta pasividad existencial por un artificio de participación cómica. No se trata sólo de un proceso museográfico que crea un archivo histórico, o de un proceso de enseñanza que nos brinda un útil de transmisión para los que vendrán. El oscense establece aquí además un procedimiento experimental en busca de una nueva eucaristía. Nos convoca desde el interior de su coche: –Glorifiquemos este sagrado momento; mirad y observad todos de Él. 

 

Puede que este conjunto sirva también como neutralizador de las tensiones fruto del proceso urbanístico que estaba por venir. Individualidades que producen una nostalgia en un mundo sin conflictos comunes. Hagamos un coso feliz, un último tránsito como rito de paso.

 

Mysterium tremendum. Llama la atención que todos los registros sean desde el interior de un vehículo. Ni una sola huella que explicite el último paseo a pie por un coso prepeatonal. Acaso allí resida parte de la significación de la experiencia; hacer un coso consistía en un tenue intento de ver sin ser visto. Una práctica a veces compartida pero siempre íntima, como el bucle hipnótico que conforman todos estos vídeos.

 

Tal vez, Antonio Romeo con su pieza El último coseo sea el único que nos ha dejado una visión exclusivamente sonora al respecto. Una equivalencia que no acude al auxilio de nada.

Orencio Boix.

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