EL OTRO PELÉ

Ascenso y caída de Balint, “El vampiro del área”.

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Imagina que marcas el gol decisivo en la final de la Copa de Europa. Automáticamente eres un héroe.
Además, piensa que tienes 23 años. Aunque tu equipo haya ganado de forma inesperada, tienes varios directores deportivos tras tus pasos.
Tú carrera de futbolista está a punto de despegar. Lo tienes todo.

Muy mal deberían ir las cosas para que la gente no te recuerde en el futuro, ¿no?

Pues ese es el caso de Gavril Pelé Balint, un futbolista rumano nacido en la ciudad Singeorz-bai, cerca del Castillo del Conde Drácula, en el año 1963. Goleador en la final de la Copa de Europa de 1986 y casi sumido en el olvido popular.

Desde principios de los años ochenta, Balint jugaba en el Steaua de Bucarest, un equipo vinculado a la dictadura militar de Ceaușescu. Aseguraba que no ganaba tanto dinero como lo podría hacer en Italia o en España pero tenía garantizada una educación, simultaneaba el fútbol con los estudios, estaba cursando la carrera de ingeniero aeronáutico.

Futbolísticamente, sus principales características eran la rapidez y la fuerza, dentro de un equipo que entró por méritos propios en la historia de la Copa de Europa.

La edición del año 1986 resultó algo atípica, fue la primera que sufrió la sanción impuesta al fútbol británico, durante cinco años ninguno de sus equipos pudo competir a nivel internacional.  El año anterior había sucedido el desastre de Heysel, catástrofe en la que 39 espectadores perdieron sus vidas durante la final de la Copa de Europa.
Durante los cinco años anteriores, la competición había estado en manos de equipos ingleses, Nottingham Forest, Aston Villa y Liverpool se habían repartido el título en las ediciones de 1980, 1981, 1982, y 1984.

No es por menospreciar a los participantes del año 86, pero la ausencia de equipos británicos hizo la cosa bastante más sencilla.

El gran favorito era la Juventus, campeón del año anterior, y se estaba a la espera de que algún otro conjunto diese un paso al frente y presentase su candidatura. En cuartos de final de la competición, la Juve cayó derrotada por el F.C. Barcelona, que pasó a ser el gran aspirante al título.

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Por el otro lado del cuadro, casi sin ceder goles en contra y sin que nadie lo esperase, el Steaua de Bucarest se plantó en la final ante el Barça.

Gavril Pelé Balint tenía 23 años y el puesto de titular casi asegurado porque su compañero Stoika había sido sancionado por acumulación de tarjetas.
En las entrevistas previas a la final aseguraba que si su equipo ganara la copa de europa sería una sorpresa para todos menos para ellos.

Lo tenían todo en contra, jugaban contra el gran F.C. Barcelona de Schuster, Migueli, Pedraza, Julio Alberto… Además, no se enfrentaban en el Camp Nou pero casi, el campo elegido para la final fue el campo del Sevilla, el Sánchez Pijuán.
Multitud de aficionados del Barcelona peregrinaron hasta allí para ver, por fin, como el Barça ganaba su primera Copa de Europa.

El Steaua no solo aguanto los noventa minutos reglamentarios, llevó el partido a la prórroga, más tarde a penaltys y terminaron ganando el partido.

El Barcelona no marcó ningún gol en la tanda, algo inaudito, y el Steaua de Bucarest dos, uno Lacatus y el decisivo, obra de Balint.

Fue, de largo, el mayor fracaso en la historia del F.C. Barcelona, que se remodeló de arriba abajo a la espera del advenimiento de Cruyff como entrenador.

Por su parte, el Steaua siguió a lo suyo, regresó a la máxima competición en las siguientes ediciones, llegando a semifinales en el año 1988, donde fueron eliminados por el Benfica y a la gran final en el año 1989, partido que perdieron por 4 – 0 ante el todopoderoso Milan de Arrigo Sacchi, Balint saltó al campo en el minuto 46, justo cuando Van Basten marcaba el cuarto gol. Fue el final de una generación.

Con 28 años Balint hizo las maletas y abandonó el club.

Cuesta creer que no lo hiciese antes, aprovechando el gran tirón de su gol en la final del año 86, el motivo es bastante claro, en esos años Rumanía vivía bajo el régimen dictatorial de Ceaucescu, que entre una gran multitud de despropósitos y barbaridades, ponía grandes trabas a cualquier ciudadano para abandonar el país.

La caída de este régimen propició la salida, bueno, el desmantelamiento de todas las figuras del Steaua: Belodedici, Lacatus, Hagi…

Pero Balint ya tenía 28 años, así que en lugar de haber hecho el contrato de su vida con 23 años, tuvo que conformarse con un contrato menor, ya que su juego y relevancia en el Steaua tampoco habían despuntado durante esos cinco años.
Y eso que realizó un más que notorio Mundial 90 en el que participó con Rumania y llegó a marcar dos goles, uno frente a Camerún y otro a Argentina.

Fue entonces cuando llegaron los primeros rumores de su fichaje por un club español, candidatos no le faltaban, Mallorca, Sevilla, Espanyol y Burgos se disputaron su incorporación.

Finalmente, el que puso más millones sobre la mesa, alrededor de 100 millones de pesetas, fue el Real Burgos Club de Fútbol, equipo que acababa de ascender a primera división.

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En Burgos se convirtió en el ídolo absoluto de toda la ciudad, apoyado en su figura el equipo mantuvo la categoría y llegó a ser el equipo revelación de la temporada 90-91, finalizando en undécima posición, a cinco puntos de clasificarse para la UEFA.

Su marca de goles ese año fue de diez y al año siguiente doce, en una campaña en la que el Burgos mejoró sus registros y terminó en novena posición.

La ciudad era un frenesí, los Juric, Barbaric, Limperger, Elduayen y Balint eran recibidos con ovaciones a su paso.

La adaptación de Balint a la ciudad fue inmediata, llegó a declarar: “He descubierto el cordero,la morcilla, el chorizo… y el marisco. Esto, el compañerismo que existe entre nosotros, el trato del público… Todo ha contribuido a que me encuentre como en casa”.

En la temporada 90 – 91 el Burgos completó veinte días mágicos en los que empataron a uno en el Vicente Calderón, batieron al Real Madrid en El Plantío y metieron el miedo en el cuerpo al Barça en su propia casa, aunque al final cayeron derrotados por un 3 – 1.

En los enfrentamientos Burgos – Barça, la prensa de Barcelona lo anunciaba con un “Vuelve Balint, una de las bestias de aquel Steaua”, la leyenda seguía intacta, pero no tanto su cuerpo.

Tuvo múltiples problemas de menisco, roturas, desprendimientos, lesión tras lesión que solo le permitieron rendir a pleno rendimiento sus dos primeras temporadas en el Real Burgos.

En su tercera campaña sólo llegó a jugar diecisiete partidos, aportando seis goles. Algo no andaba bien.

Se retiró en agosto de 1993 y eso que dos meses antes acababa de renovar por dos temporadas con el Burgos, pero su rodilla derecha no podía más.

Desde Rumanía hizo las declaraciones definitivas:

“Está claro, no puedo jugar más porque la rodilla sigue hinchándose. Ahora volveré a Burgos para arreglar unos asuntos”.

Aprovechó esa rueda de prensa para recordar alguna anécdota de su paso por el equipo, desde una multa por un acto de indisciplina al irse con su amigo Hagi tras un partido a tratar “asuntos importantes” o aquella vez en la que el alcalde de Burgos le llamó a su oficina, “me llamó para presentarme a una joven muy hermosa, Miss Burgos, fuimos juntos a la cárcel para premiar al equipo que había ganado el campeonato de la prisión. El preso al que le entregué la copa demostró estar al tanto de mi juego y de mis goles en el mundial de Italia, que vio desde la cárcel por televisión”.

También tuvo palabras de agradecimiento por la acogida de la ciudad, a la que estaba muy agradecido, y sobre todo a su afición.

Tras esto inició un periplo por los banquillos, llegando a ser seleccionador de Rumanía, con su gran amigo Hagi, y más tarde de Moldavia.

Ha vuelto numerosas veces a Burgos, donde le han nombrado socio de honor del club, un equipo que con su ausencia cayó directo al pozo de la segunda división, a esto se le unieron deudas y una mala gestión que le obligaron a desaparecer en la temporada 95 – 96.

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Balint, todo un campeón de Europa que si las lesiones y las circunstancias políticas le hubiesen acompañado, quién sabe qué lugar ocuparía en nuestra memoria.

Antonio Romeo

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