CHRISTUS – FISCUS

Justo este mes que se cumplen siete años de mi alta en el régimen de trabajadores autónomos de la Seguridad Social, ha caído en mis manos la publicación “Fiscalidad voluntaria y responsabilidad ciudadana” de Peter Sloterdijk.

En ella, el filósofo se pregunta si es democrático nuestro sistema fiscal y expone su configuración histórica; desde los “saqueos” de la tradición bélico-expoliadora, pasando después por las imposiciones autoriatio-absolutistas, luego por la contraexpropiación de la comunidad moderna característica de las concepciones socialistas, hasta llegar a la actuación de donantes y creadores de fundaciones dentro de la tradición filantrópica.

Sloterdijk propone hoy cambiar el marco semántico y teórico de referencia sobre el pagador de impuestos. Abandonar su acto como deudor y abrazar su acción como dadora. De pagar por obligación a pagar por donación.

Al leer la apología al tributo voluntario que aparecía en la contraportada, se dispararon mis suspicacias; ¿un discurso neoliberal portátil impropio de un filósofo que me ha hecho reír y me ha dado qué pensar desde que descubriera sus megalopatías ahora hace más de diez años?

Me hice con él para celebrar de algún modo el aniversario de mi condición fiscal (eso es moral), y aunque sí advertí algunas emanaciones propias de los discursos de la desregularización impositiva, lo cierto es que las ideas allí expuestas están muy lejos del cliché aleccionador.

Enemigo de las inercias sistémicas y de los prejuicios político fiscales, Sloterdijk llama a un arrojo comprensivo del funcionamiento de las finanzas del Estado y se niega a admitir el pesimismo que disculpa a los que se abandonan a la coacción. Una forma coercitiva sostenida por las presunciones dogmáticas acerca de la avaricia primaria y el egoísmo colectivo, fruto quizá de una resignación inducida desde la opacidad del “derecho a tomar” por parte del poder institucional independientemente de la forma que éste adopte.

Sloterdijk se sabe lejos de semejante intensificación ético-donante y por ello pretende un camino gradual e indeterminado en cuanto a tiempos, que plantea un horizonte nuevo, además de una mirada expandida más allá del resentimiento de los amantes del mercado libre y de la izquierda conservadora.

La oficina del recaudador de impuestos. (Pieter Brueghel el Joven, c. 1615)

La oficina del recaudador de impuestos. (Pieter Brueghel el Joven, c. 1615)

De alguna manera,  tomando distancia de las perspectivas del ciudadano responsable para con el Estado, podríamos decir también que Sloterdijk nos somete con dulzura. Ya no sería suficiente contribuir por obligación, deberíamos donar por devoción. Si los regímenes de control crean las situaciones irregulares, como ya advirtiera Baudrillard, los sistemas de responsabilidad edificarían quizá una nueva moral impositiva de clase. Una realidad que absorbería las divergencias ideológicas en apariencia. La alteridad doblegada por la confraternalidad. Aparecería entonces un nuevo mercado negro de la discrepancia solidaria que emanaría directamente del nuevo orden fiscal. ¿Qué se podría esperar de una sociedad como ésa o como la nuestra, higienizadas de toda clandestinidad?

Orencio Boix.

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