Todo aquel que haya vivido largo tiempo en una ciudad pequeña habrá tenido alguna vez esa sensación de que pasear es pasear por el tiempo. Y cuando se pasea en la víspera de esa noche que con su mismo nombre acrecienta su edad año a año, la sensación es de una certeza palpable, como el trazo pastoso de las botas de Van Gogh. La vejez de unos peldaños, cuyas aristas han erosionado los propios pasos; la vejez del cálido recuerdo de un encuentro en las escaleras. Como una cinta elástica, la estela del tránsito de un amigo en una infancia pretérita, cuando aún no era nuestro amigo, nos sale al encuentro y nos propulsa hacia atrás varios metros –varios años. Esa fantasía de plenitud con la que escudriñamos la memoria pasada y la futura, siempre inseguros de si “el momento justo pasó o está por pasar” parece emanar de cada uno de los conciudadanos, actualizando y perfumando las horas tan fehacientemente que parece que “todo lo que ocurrió ocurrirá hoy”.
Que pasen un feliz fin de año. Y conmuévanse. Uno siempre se mueve con los demás.
Javier Aquilué
Feliz año!