GULA SAGRADA

Empezar citando a Barthes me parece de una solemnidad que no es de recibo: “El lenguaje clásico siempre se reduce a un contenido persuasivo, postula el diálogo, instituye un universo en el que los hombres no están solos, donde las palabras nunca tienen el peso terrible de las cosas, donde la palabra es siempre un encuentro con el otro.” ¹

A finales de los sesenta, mi padre rebuscaba en el contenedor al que Roland Barthes acababa de arrojar decenas de libros. Eran vecinos y creo que Barthes no sabía quién era mi padre.

El primer gesto, el acto de citar a Barthes por mi parte, me apesadumbra. No se trata tanto de profanar territorio sagrado, como de degradar, casi envilecer, una creación poderosa que desborda mi capacidad de manejo.

El segundo gesto, el de mi padre apropiándose de los libros que Barthes,  vaya usted a saber por qué razón, catalogó como detritus para su biblioteca, es todavía hoy un misterio personal.

Mi padre murió en 2006 y, entre otras cosas, nos legó una voluminosa biblioteca compuesta en su mayoría, aunque no sólo, de textos clásicos de filosofía. Entre esos libros, están también los que Barthes tiró a la basura. Recuerdo como mi padre me contaba que había anotaciones en los márgenes, de puño y letra del propio semiólogo.

En alguna ocasión,  he intentado al azar descubrir esos ejemplares entre los estantes, hasta ahora siempre sin éxito. Nunca he establecido una búsqueda sistemática, posiblemente por pereza y quizá también por temor a no encontrarlos, por recelo a que los apuntes de Barthes no existan.

De entre esos libros, recientemente, he tenido la fortuna de poder leer el Bhagavad Gita. La intuición de que buena parte de nuestras concepciones convenidas derivan de la cultura sánscrita es una idea que también me transmitió mi padre.

El Gita es un texto eufórico y a la vez, como texto de combate contiene un tipo puro de escritura.

Joan Mascaró, autor de la influyente traducción del Bhagavad Gita para occidente, en su introducción de 1960, insiste en señalar la importancia de la belleza de la acción en este texto sagrado del hinduismo.  Lo hace de la manera que a Mascaró le gustaba interpretar la espiritualidad, cotejando religiones y mitologías, refiriendo a Homero, a Dante o a San Pablo.  La traducción devocional de Mascaró es todo gozo, un acto en sí mismo de belleza desprendida.

Rescatar de la basura los libros desechados por tu vecino Barthes,  es también un gesto devocional, por humilde que éste sea.  Imaginar las notas escondidas de Barthes y buscarlas de vez en cuando, es seguir con el juego mitológico.

Orencio Boix.

_________________________________

¹ Roland Barthes, El grado cero de la escritura.

 

Robert Barry.

Un Comentario

  1. Concha Larrey

    Orencio me ha gustado y conmovido pues en alguna de esas conversaciones estaba presente y sobretodo que hayas conectado con el Guita algún día estarás en la India.o quiza has estado ya.. mama.

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