Aunque lo parezca este disco no hace referencia a ningún forense ilustre ni pretende ser la banda sonora de una sesión en el Instituto Anatómico, sino que alude a lo sucedido en uno de los puntos mágicos de la costa mediterránea, la Playa del Muerto, en la costa granadina. Una pequeña cala apenas conocida en la que se detiene el tiempo, la luz y el sonido; al menos hasta que la terca y tóxica realidad de hormigoneras y comisiones no se cumpla.
Justo Bagüeste ha puesto música a cada uno de los minutos de aquel paraje, a cada salida y cada puesta del sol, potentes improvisaciones con sustancia tan próximas al jazz libre como al rock progresivo. A su lado están algunos de los músicos más valientes y venturosos del submundo creativo hispano, dando rienda suelta a sus repentizaciones acústicas, dando triples saltos mortales sin red y sin ver el fondo, si es que lo había. Música que sabe y que tiene color, que se saborea con la vista y se ve con el gusto, se oye y también casi se palpa, provocando placer (o confusión) intersensorial, una vez rebasados los umbrales de la percepción, si los de la famosa puerta, abierta de par en par. Solía ocurrir muchas noches en El Muerto, en directo y sin vuelta atrás. Aquí hay algunas pruebas de lo que allí sucedió, de cuerpo presente y sin descanso eterno ¡Que los dioses bendigan el cadáver exquisito!
Juan Jesús García
envezdenada 