En esta libreta voy a ir anotando mis propósitos para el nuevo año. Sí, en pleno verano. Prefiero adelantarme, generarme ganas.
Me despisto con facilidad. Hay gol en Las Gaunas.
A ver…
En septiembre opositaré para ser astronauta, sí, como todos los años. La primera vez que lo dije tú fuiste la única que me creyó, por eso te perseguí y de tanta persecución terminé enamorándome de ti.
Yo también quería creerme.
Después, los nervios y descubrir que bueno, pues el espacio vacío tampoco era lo mío. Además no parabas de decir lo mucho que me echarías de menos si el plan salía bien. “Mira que como apruebes…”.
Y como no quería verte triste me aparte de mi idea, de mi locura, y me dejé llevar.
Igual ese fue el primer atajo que usé para perderme.
Luego desapareciste y te hiciste intermitente. Como una luz que viene y va, que siempre ciega y deja atontado una temporada. El caso es que así tampoco podría aguantar en pleno espacio.
Decidí comprarme unas gafas de sol y pasear.
Un trastornado recorriendo día y noche la misma calle. La memoricé por completo. Muchos paseos los di con los ojos cerrados. Y lo hice pensando que me tropezaría contigo. Así podría decirte que sigo perdido en plena calle que conozco al dedillo.
No sucedió, y al tiempo perdí las gafas, tuve que pasear a cara descubierta. Me entraron todos los miedos del mundo. El oxigeno en plena salida espacial.
Pensé que lo mejor sería encerrarme. No ver a nadie, evitar la mirada de la gente. Y empecé a ver muchas películas, a rellenar libretas con anotaciones tan tontas como esta.
A vivir en un espacio vacío, con el oxígeno justo. Y tras cincuenta años de misión, creo que me empiezo a acostumbrar.
Sigo tan perdido que creo que me he encontrado. Veo más películas que nunca y a muchas no les presto atención.